martes, 10 de diciembre de 2013

Más acá de la destitución.

Para quienes nacimos en este país, las tragedias de las masacres, de las violaciones y los desplazamientos se convirtieron en el pan de cada día, me duele decir esto, pero hasta nos acostumbramos. Algunos ya no vemos los límites de lo degradante, a eso los medios de comunicación lo llaman “estilo”.

No es que se repita la historia, es que la oligarquía de este país afinó un método para conservar el país, que  trae diversidad de maneras, desaparición forzada, eliminación programática de líderes de oposición, violación y sometimiento del “otro” como herramienta de intimidación y control, etc.

Pero los diarios no son tan viejos, sus hojas no están tan gastadas, las noticias de ayer, no son lejanas, brindándoles un poco de color y resistencia al papel, la realidad sigue siendo la misma.

Indigna, realmente esta situación, pero sorprende nuestra inmovilidad y la manera tan llena de violencia con la cual pensamos, con la cual tomamos las decisiones. Y la manera como la gran mayoría defiende las posiciones guerreristas del poder.

Pero hoy, con la destitución y bloqueo burocrático (pues políticamente esta fortalecido), de Gustavo Petro se revuelve ese sentimiento de “no más”, con el cual muchos convivimos, siendo yo, una persona que desde muy joven (y lo sigo siendo) me he dedicado a la organización comunitaria, a explorar la educación popular, a formarme en los libros y a pulirme en la acción.

En fin, todo eso para decir que lo de Petro me indignó, más de como vivo diariamente con la realidad de este planeta. Yo no soy simpatizante de Petro, ni soy petrista, ni siquiera progresista, es más creo que si bien es una persona muy brillante, es un tanto  egocéntrico.

Pero de verdad, ¿la oligarquía lumpen de este país piensa que puede tomar una decisión tan descarada y retadora y la masa crítica de la que hago parte decida quedarse quieta sin tan siquiera mover un dedo y nos quedemos asustados en un rincón, al otro lado de la pantalla, con miedo por sus herramientas macabras?

Pues no, no será la inmovilidad nuestra manera, será la acción cualificada la que desarrollemos en los barrios,  veredas, casas,  caminos, en las selvas, y por supuesto en la plaza de bolívar, bueno siempre he pensado que cuando por fin, se llegue a la plaza de bolívar sea para sacar de esas casas circundantes a esas personitas que viven y holgazanean en ellas para acabar con esa institución política llamada Estado.

No somos ese pueblo estúpido que piensa que somos, no nos controla la violencia, ahora somos esperanza andando aun cuando los caminos sean difíciles y pedregosos, es que el asunto de la destitución de Petro no es más que el detonante, de una acumulación de rabia de décadas y décadas, casi transmitida genéticamente, de abuelos  a padres desplazados y a hijos desplazados que ya no quieren más dolor, ni sufrimiento, para ellos, para sus hijos o nietos.

Pero también se movió la ciudad con el paro agrario, se ha movido con diversidad de acontecimientos que cada vez más y más indignan. Pero nos movemos de una manera similar año tras año. La oligarquía ya nos cogió el ritmo, nos cogió el paso y se adelantan fácilmente a muchas de nuestras acciones.

“Movilización por x motivo, del parque nacional a la plaza de Bolívar”, y así con cualquier asunto relevante usamos la misma táctica: “por favor no me exijan más coherencia solo  marchando y finalmente llegando a la plaza de Bolívar” esta va para todos los días del año.  Ahora sí, exijo coherencia a muchas organizaciones, procesos, colectivos, personas y funcionarios, a seguir haciendo sin desfallecer en un propósito común más allá de la coyuntura, a no usar esta destitución como escenario electoral mediático para cada uno de nuestros fines electorales, a pronunciarse así sea con señales de humo, rechazando las acciones de esta oligarquía representadas en monseñor procurador.

Tendremos que ir con la fuerza que exige el momento, pero también con el pensamiento tranquilo de nuestro largo aliento, pues como lo nombró Gustavo Petro, “esto hasta ahora empieza”, se trata de algo para rato, algo que yo nombraría un movimiento social. Un movimiento social que se solidariza con el proyecto político de la Bogotá Humana, pero también con la madre naturaleza, con las diversidades sexuales y de género, con los distintos pueblos y culturas de nuestro país…perdón utilicé mal la expresión, no un movimiento que se solidariza, un movimiento que es.

Somos en síntesis: diversidad, no tenemos otra salida que entendernos así, diferentes tal cómo somos, la paz entonces, propiamente no se define en la Habana, la paz se define en cada territorio, se define cuando por fin los y las diversas podamos construir una común-unidad, con propósitos encaminados a la trasformación de nuestras existencias, ¿por qué pelean entre sí los pueblos indígenas?, ¿somos tan antagónicos para no resolver los disensos?, ¿Por qué dejamos las diversidades sexuales y de género, como último tema de la agenda, como irrelevante?, ¿Por qué negamos desde nuestra identidad nuestra condición, nuestra clase obrera?
Pero esos desencuentros se resuelven en las propuestas que hagan en el hoy, el mundo que queremos en el mañana. El desencuentro se resuelve en el encuentro, desde la cocina, desde la siembra, desde el trabajo colectivo, caminando y conociendo el territorio. Así pues nos reconocemos, de pronto así dejemos nuestra tendencia a dedicarnos al “sector” a la agenda del sector, a la política pública del sector, olvidando la integralidad humana que nos compone.

Aplaudo la iniciativa de conformar este movimiento social, que se solidarice con la Bogotá Humana, pero que vaya más allá, es un camino largo y difícil, pues ellos, esos señores de la ambición no van a dar ni tantica ventaja, por eso hay que cualificarse, conocer el territorio, caminar más, leer más, descubrir nuestra espiritualidad y con ella nuestra fortaleza mental y física, adelante, desde el Tunjuelo, para el planeta.


León.